Adiós, Hogwarts cruel

No, Mimi, no brindes aún. La persona que ahora mismo escribe estas líneas no es quien ha decidido abandonaros de momento, aún os queda mucha Silver que aguantar, sino multitud de compañeros de estudio y sufridores de interminables coñazos charlas sobre la última portada de “Yo también puedo ser un muermo”. Y, no, no me refiero a esos que parece que un día aprendieron a aparecerse, así, por las buenas, y nos dejaron en cuanto su equipaje estuvo listo, sin avisar ni a su propia lechuza; esos que quizá estén escondidos en uno de los múltiples pasadizos secretos con una reserva de chuches digna de combatir con la de Honeydukes; esos de los que no sabemos nada. Porque si ni ellos mismos se acuerdan de su persona, ¿por qué debería hacerlo yo?
Hablo de esos de quienes sí tenemos noticias, pero éstas las sitúan muy lejos de nosotros. ¿Qué no sabéis a qué me refiero? ¿No os habéis fijado en esas camas vacías, en esos baúles que están criando moho como si se tratase de los almuerzos del Fraile Gordo? La verdad, no me extraña. Pero para eso estoy yo.

La epidemia comenzó con un tal Cédric D. Larsson, Slytherin. Según he oído por ahí, fue el primero en desaparecer. Para mí que era un ladrón. Pasó como una sombra, llevándose consigo todas mis ranas de chocolate la noche antes de partir. Curioso caso, ¿no creéis?

Al margen de delincuentes varios, tenemos, o tuvimos, una roja de los pies a la cabeza. Gryffindor, pelirroja y jugadora de quidditch. ¿Ya estáis pensando en Megara? ¬¬ Pues no, esta roja (quién sabe si políticamente también) era mi única rival allá por mis tiempos de niña en la biblioteca. Era aquella en la que todos pensábamos cuando se hablaba de las rondas de aventajados, aquella que conseguía compaginar todo y más. Just Alice Keanne Lawliette, la mayor, que abandonó algo más que unos pelos color tomate en su almohada. Se dejó una hermana. Y la suerte no nos ha permitido enviársela por correo. Vaya. Allá donde esté (los días empleados en una imitación nefasta de la discreción de GW exitosos intentos de Legeremancia hacia su congénere dicen que con su padre) su recuerdo será más difícil de borrar.

¿Y nuestra propia y única consola muggle? ¿Qué ha sido de nuestro GBA? ¿Y sus cartas? ¿Y sus quejas? ¿Y sus castigos? Una tarde, cogió su maleta y cual cerdo volador de la entrada levó sus anclas con rumbo hacia San Mungo quién sabe dónde. ¿Echaremos de menos? sus experimentos con las pociones secretas de nuestro Papá Noel verde, sus alucinaciones licantrópicas y sus lanzamientos de pedazos de hielo cual pedruscos. Se nos fue, recordemos, el Rey Calabaza, el protagonista de las recién nacidas tiras cómicas. Gabriel Bolson Aragorn, me da que nunca nunca jamás encontraremos a alguien tan tú.

Y nuestra más reciente pérdida, la que servidora más ha sentido y sentirá, la niña-conejo. Estos días se puede ver vagar por los pasillos a una pelusa morada gigante cual alma en pena, restos de lo que fue la marabunta de Diff el conejo seguidos por la pelo moco que lo heredó *¡Auch!*. Mel Stryder, la capitana de las excursiones a cabeza de Puerco y manchadora oficial de cualquier persona que se acercarse a ella. Hace tan solo unos días que no sentimos al bicharraco púrpura y sus “regalitos” sobre nuestras cabezas, pero cada día parece que Holanda está más lejos. Roguemos una oración por la Hufflepuff que me golpeó en el cursillo de vuelo.

Pero, lamentablemente, estas no parecen ser las únicas pérdidas. ¿No habéis oído esos rumores furtivos sobre excursiones al exterior que no tienen aparente vuelta atrás, esas ganas de abandonar el colegio de cualquier modo y no volver jamás? Hogwarts se vacía de aquellos niños que llegaron con el verano pero, curiosamente, viene otro cuando uno de ellos se va? Sin embargo una no puede dejar de pensar, ¿volveremos a ver algún dia una niña con zuecos, una sonrisa tonta y, como adorno, un pocho tulipán?